El enfermo mental en Servicios Sociales: entre lo familiar y lo extraño

Resumen

En los comienzos del S.XXI, el hombre se expresa en nuestra civilización a través del mito de Narciso y su malestar psíquico más acentuado lo constituye la depresión. ¿Cómo situarse, qué actitud tomar, qué  responder, en el ámbito profesional de servicios sociales, ante una persona a la que otras instancias sociales han atribuido una “enfermedad
mental”? Para situar este interrogante, es necesario establecer cuál es estatuto de la locura y de la enfermedad psíquica, en una sociedad deprimida que pretende administrar al loco u olvidarlo en la miseria y la marginación, adormeciendo eficazmente su locura.

Actualmente, son muchas las voces críticas, profesionales en medios científicos, familiares en diversos periódicos, estudios e informes de variadas instituciones que plantean una insuficiencia de recursos de la llamada “salud mental comunitaria” (dispositivos, personal, medios técnicos), pero también un amplio debate que revise conceptos y teorice las prácticas profesionales. De otra manera, asistiremos, cada vez más, a una creciente biologización de la asistencia a través de los psicofármacos, a la promoción de una beneficencia moderna (asociacionismo e iniciativa privada) y, en tercer lugar, a la expulsión de toda búsqueda de  significación subjetiva del sufrimiento, avalada por registros conductuales y entrenamientos adaptativos.

Desde los conocimientos de las ciencias humanas (sociología, historia, psicología, lingüística, antropología, psicoanálisis), intentamos así articular lo individual y lo social, con la referencia estructural de transformar un malestar particular en un acercamiento a una posición menos alienada de sujeto.